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domingo, 20 de marzo de 2011

Amor es la clave.

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¿Quién pondría en duda el amor de un padre por su hijo?. Nadie discute esa realidad; pero entonces, ¿por qué tantos jóvenes rebeldes que no sólo odian a sus padres, sino que en casos críticos, han llegado al extremo de matar a su propio padre?. La clave está en un sóla palabra: A-M-O-R.
Recientemente hablaba con un joven cuyo padre es hacendado, pero sin embargo odia a su padre, y por conocimiento de los antecedentes de la relación entre ellos, se debe a que el padre no obstante no ser agresivo ni malvado con su hijo, en cambio, lo privó del necesario afecto paternal en la decisiva etapa de la niñez, incluso cayendo en la decisión desordenada de tener varias mujeres, por lo cual ese hijo creció viendo sufrir a su madre, y no teniendo malos sentimientos su padre, sin embargo no disfruta del amor de su hijo, debido a su falta de muestras de afecto en su desarrollo madurativo. La reflexión de este breve post es que A-M-O-R no es el dinero que damos a los hijos, sino el afecto que les damos, porque en cambio conozco otras familias pobres donde el hijo adora a sus padres. De manera que, cuando hay relaciones tensas o frívolas entre padres e hijos, no es cuestión de suerte o de ingratitud o de injusticia, sino de falta de sabiduría del padre para APARTAR un tiempo valioso para compartir con su hijito pequeño, muchas veces debido al afán de producir más dinero para las comodidades de la casa, pero eso no lo entenderán luego los hijos, porque he visto muchísimos casos de padres que incluso trabajan hasta en dos empleos, y luego el hijo ya grande le recrimina que "nunca tuvo tiempo para él", es lamentable pero verídico. No faltará quien diga que no estoy diciendo nada novedoso, y sin embargo, al ver la relación de tales personas con sus hijos, caen en el mismo error de privarles de afecto, de forma que muchas veces "se peca con conocimiento de causa", o como dicen en mi ciudad: "ven el rabo de paja de los demás sin ver primero que ellos también tienen rabo de paja". Escribo esto, porque creo en una sociedad de valores, la cual sólo es posible, con familias robustas afectivamente. Entonces, si queremos que nuestros hijos en la juventud confíen sus problemas a nosotros, sembremos en la niñez la confianza en ellos para llegarnos a platicar, a consultar, a buscar consuelo, a buscar consejo, etc. Las fotos que ilustran esta publicación, aparte de ser muy tiernas, muestran la naturaleza del amor humano: que es comunicación y contacto, porque nuestros hijos quieren hablarnos, besarnos, abrazarnos, ¡eso es A-M-O-R!.




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